Para que Batman, el famosísimo superhéroe de DC, resulte interesante después de tantas versiones que se han hecho de él, tiene que ser capaz de contar algo diferente. Tiene que ser, él en sí, diferente. Debemos poder reconocer al héroe, pero a la vez tiene que ser distinto de los Batman anteriores (y, si es posible, del resto de innumerables superhéroes que han colmado las pantallas en las últimas décadas).
Al público, al fin y al cabo, lo que le gusta es verse reflejado en los protagonistas, sentirse identificados con ellos. Esa es la magia del cine. El salir de la sala notando que tú también sientes lo mismo que aquellos que has visto en la pantalla. Que no son perfectos, que también ellos tienen sus debilidades, sus miedos, sus flaquezas. Esta siempre ha sido la línea diferencial del universo de DC.
Esa parece ser la fórmula en la que se ha fijado Matt Reeves para la nueva entrega de Batman, una película en la que el superhéroe muestra su fortaleza, su valentía y su habilidad, pero también su lado vulnerable, su oscuridad. De hecho, muchos críticos hablan de que pocas versiones de Batman son tan oscuras como la protagonizada por Robert Pattison (que, por cierto, se amolda más que aceptablemente a su papel con esa seriedad, esa melancolía y esa dureza siempre en el rostro).
Este giro hacia el thriller de The Batman sigue la estela de una saga que era difícil de superar, la que ideó Christopher Nolan, con Christian Bale como protagonista. Ahí también podíamos ver los tormentos del personaje y cierta dosis de crítica social. Parece que Reeves quiere seguir esa estela y profundizar un poco más si cabe en este tipo de aspectos, logrando que la psique de los personajes forme parte integral del desarrollo de la narrativa.
Una de las cosas más características de la saga de Batman son sus villanos, personajes complicados, con identidades secretas, como se puede ver en este resumen hecho por ExpressVPN.
En esta nueva entrega, también los villanos han de ser más reales y retorcidos que de costumbre para que resulten interesantes al espectador. Y si el protagonista, el héroe, es oscuro, imagínense como lo son aquellos que representan el mal en la película. De hecho, el papel y el peso de los malos de la película en esta secuela hace que, en ocasiones, se aproxime al género del terror. Estos villanos —representados por caras conocidas que a veces, como en el caso de Collin Farrel, son difícilmente reconocibles detrás de tan elaborados maquillajes—, tienen un peso tan destacado en la trama, y cuentan con tanta presencia que casi no se echa de menos al Joker. Este último ni aparece ni tiene pinta de que vaya a aparecer, pero de momento, no parece que haga falta.
El hecho de que tanto héroes como villanos tengan —como el resto de la humanidad— varias caras, varias facetas; que no sean personajes planos, unidireccionales y fáciles, aporta un atractivo extra a la película, y le añade un punto de curiosidad, algo de morbo. Además, da pie a generar expectativa con respecto a posibles continuaciones (que, parece claro, llegarán).
Quien vaya a verla, encontrará algo de acción. Y además acción bien llevada. Pero estén prevenidos de que no es una película de acción y de superhéroes como otras tantas. Los aspectos psicológicos de la obra lo acercan mucho más al thriller. Hay que estar preparados para ver mucha más sombra que de costumbre, muchas más dudas y mucha más soledad en el protagonista, y mucha más profundidad en el resto de los personajes. También hay violencia (de hecho, el malo malísimo de la película, Enigma, no se guarda casi nada de su ira y su ensañamiento), pero la forma de mostrarla es más sutil, más, digamos, paciente.
Veremos hasta dónde llega esta nueva versión, pero de momento parece estar a la altura de las buenas.